Breves comentarios de la inserción latinoamericana a la economía global en los siglos pasados

  Si es que existe algún concepto que pudiera reflejar mínimamente al continente Latinoamericano, es sin duda la palabra diversidad. Es esta multiplicidad de realidades las que juegan en el complejo andamiaje que constituye la historia del continente, lo cual puede leerse entre las particularidades de cada zona geográfica y sus habitantes, como en la conexión entre todas ellas y las externalidades continentales.
  El uso de la agricultura en el continente data desde el año 5.000 a.c., lo cual permitió el abastecimiento de bastos grupos humanos, aumentando con esto la densidad poblacional y su complejidad social. Las plantaciones eran variadas, lo que estaba condicionado por las características geográficas de cada zona del continente. La diversidad geográfica derivó en una variedad de alimentos, entre los cuales encontramos el maíz, los frijoles, algodón, cacao y frutales, siendo las técnicas de cultivo también variadas, ya que buscaban adaptarse a las condicionantes del medio, es así como las terrazas en las alturas de los Andes, o la agricultura acondicionada a las lluviosas zonas del Amazonas, mostraron una diversidad de maneras de explotar intensivamente la tierra. Sin embargo, a pesar de lo anterior, se registraron igualmente períodos de hambrunas, como por ejemplo entre los aztecas, producto de elementos naturales como las heladas o las sequías, así como a factores tecnológicos, como la precariedad del transporte que impedía el provisionamiento a largas distancias, el desconocimiento casi generalizado de la rueda o de los animales con fines de acarreo. La producción agrícola estaba también asociada al pago de tributos, como en el caso azteca, lo cual también mostraba una forma de institucionalidad que condicionaba la producción al abastecimiento de los centros de poder, y que representaba la estratificación social de la población y el dominio de la tierra.
  En la zona andina, algunos postulados señalan la ausencia de mercado, esto principalmente en la zona incaica. Dicha ausencia se debería a la cercanía de las zonas ecológicas en donde se producían los productos, paralelamente, en caso de que las distancias fueran mayores, se establecían colonias que se asentaban en las zonas requeridas, pudiendo también estas ser multiétnicas. Dicha población dada su lejanía de los centros tendió a la especialización de su producción, ya sea la pesca, minería, manufactura en metal y cerámica. Dado esto es que el intercambio mercantil inter e intra comunidades habría sido reemplazado por un acceso comunal de los recursos.
  La conformación y expansión de los imperios incas y aztecas se produjo un siglo antes de la invasión europea. Siendo los incas mucho más avanzados en cuanto a su institucionalidad, por lo que se afecto más profundamente a las comunidades involucradas, siendo continuo su esfuerzo por generar la reciprocidad y redistribución en todas sus relaciones sociales.
  Dados los contextos señalados previamente a la invasión y conquista del continente americano, es posible apreciar posteriormente una diversidad de formas en que la globalización se manifestó. No es para nada un fenómeno nuevo, las diferencias tecnológicas con la actualidad son evidentes, pero dentro de cada contexto mundial y tecnológico, las medidas de correlación e intercambio de información y decisiones interoceánicas fueron la tónica desde finales del siglo XV, pero principalmente con la incorporación económica de América a comienzos del siglo XVI.
  El mercantilismo aplicado durante la época colonial por parte de los imperios en Latinoamérica hasta la consolidación de la Independencia, condicionó la forma en que el continente se incorporó a la economía mundial. Una vez lograda la independencia de las coronas europeas, se comenzó una nueva etapa en la formulación de las ideas económicas, siendo Adam Smith, David Ricardo y Jean Baptiste Say los representantes de este paradigma.
  La apertura comercial internacional registrada durante el siglo XIX con Europa y Estados Unidos, provocó una especialización de las producciones latinoamericanas. En el caso de Chile este se centró en el cobre, al igual que Perú en el guano, Brasil con el café, la plata de México, y la lana Argentina. Esto mostró de manera evidente la especialización en materias primas y minerales. Después de 1880 se registró un nuevo auge de exportaciones, al cual se agregaron los nitratos chilenos, el caucho brasileño, la carne y el trigo argentinos, los plátanos centroamericanos y el cobre mexicano. Con esto se expandió el ingreso al comercio mundial del continente, que aunque a pesar de seguir con aranceles relativamente altos, se propugnó el intercambio comercial y la inversión extranjera en los países del continente, a esto se agregaron una serie de cambios institucionales que permitieron la adaptación de estos a las reglas internacionales, como fue la adopción del patrón oro, el reconocimiento de los contratos internacionales, así como la protección de la propiedad privada y la reducción de los costos de transporte. Lo cual fue en directo beneficio del flujo de mercancías desde el continente a los mercados mundiales. Cabe destacar la introducción de especies exóticas como el café proveniente de África, el azúcar y el plátano de Asia Meridional, con esto se configura una necesaria modificación interna de la población para generar las condiciones de explotación de estos recursos a nivel interno. A lo anterior se agregan productos autóctonos del continente, como el caucho y el cacao brasileño o el guano y los nitratos que actuaban como fertilizantes de Chile y Perú, siendo de este último también el origen de la coca. Estas exportaciones y, en definitiva, el éxito y/o el fracaso de cada uno de estos productos, llevó a que se alentara o desalentara la producción nacional de dichos recursos por parte de la competencia a nivel continental.
  Por lo expuesto anteriormente, vemos una condicionante desde el siglo XVI en cuanto a la dependencia de Europa y posteriormente Estados Unidos, esto se debió a la especialización del continente en cuanto a la producción casi exclusiva de materias primas, por lo que la integración internacional se dio marcadamente en este nivel de desarrollo económico. Lo anterior, pasó a ser una constante que se arrastró en los siglos posteriores, lo cual trajo consigo la adecuación social interna en cada país, primero como colonia y posteriormente como Estado Nación. La estructura social interna de los países fue adaptada y/o modificada, para cumplir con tales fines, esto también trae aparejada la posibilidad de anulación de todo lo que interfiera con tales propósitos. A partir de este criterio, es que Latinoamérica no pudo desprenderse de su rol asignado en el contexto internacional. Así como también, conllevó la subordinación factual de los grupos disidentes de dicho rol, en particular de los pueblos originarios. De ahí que coincidentemente con el nuevo impulso en las exportaciones registrado en las dos últimas décadas del siglo XIX, el exterminio de pueblos originarios se hizo la tónica.
  Sin embargo, con la llegada del siglo XX la demanda fue afectada por las grandes producciones asiáticas, las cuales mermaron la capacidad oferente del continente latinoamericano, tal como ocurrió con el caucho, a eso se agregaron los avances tecnológicos que permitieron el reemplazo de productos por materiales sintéticos, como fue en el caso del salitre. Esto significó el descalabro económico de Chile por ejemplo, aunque paralelamente otros mantuvieron su productividad, en el caso de Perú y México con la plata, Argentina con el agro, Brasil con el café o Bolivia con la coca.
  La variación de como se van generando los lazos comerciales entre los mercados internos, intercontinentales y extracontinentales, estarán condicionados por la situación internacional del momento, así como en la variedad de situaciones que modificarán la forma en que se encara dicha relación comercial. Lo anterior puede generar un cambio en la correlación de fuerzas dentro del mercado, alejando la idea del centro y periferia, lo cual se relaciona con una visión de un enfoque global de la cadena de mercancías. Sin embargo, cabe constatar el reparo que se le puede dar a esta postura, la cual se centra en la fuerza que tiene cada actor dentro del mercado para imponer su posición, es decir, si bien dadas ciertas coyunturas los actores pueden variar su fuerza dentro del mercado, la posibilidad de que esto se mantenga en beneficio propio variará de acuerdo a la posición y fuerza que ocupa ese actor previamente dentro del mercado internacional. Un actor en Latinoamérica puede quedar en una posición de ventaja frente a una coyuntura internacional, como una guerra por ejemplo, sin embargo, la posibilidad de aprovechar dicha posición estará condicionada por la capacidad de otros actores de generar una presión que modifique dicha posición transitoria. Los mecanismos de presión pueden ir desde el acceso a la tecnología para la explotación de dichos recursos o el bloqueo de los mercados internos o externos de otros productos negociados paralelos al principal, en este caso, precisamente de los elementos que en general Latinoamérica carecía.

Share:

0 comments