Nueva Constitución, ¿cabe otra posibilidad que no sea el presidencialismo?

Mucho se espera del nuevo Proceso Constituyente, las expectativas son altas, y la gran mayoría de los ciudadanos esperan que de dicho resultado sea el primer paso a la paz social del país. Pero ¿qué tanto podemos esperar?, uno de tantos puntos puestos sobre la mesa es el sistema político que nos regiría, las propuestas son amplias, y más de alguien ya habrá podido escuchar y leer ideas cercanas a un sistema semipresidencial o directamente parlamentario. Estos planteamientos no son antojadizos, obedecen a la ya casi repulsión que genera las sobredimensionadas atribuciones del Poder Ejecutivo. Quizás para la gran mayoría de la población dichas atribuciones le son desconocidas, sin embargo percibe de manera simple que el Presidente cuenta con prerrogativas mayores a cualquier otro poder del Estado. Sus atribuciones colegisladoras más las que ya le son naturales, crean la percepción de un poder por sobre los poderes Judicial y Legislativo.
  Pero ¿aceptaría la ciudadanía entregarle más atribuciones a un Poder del Estado que posee los más altos niveles de rechazo del país?, es cosa de recordar que a comienzos del 2020 llegó a tener un mínimo histórico de aprobación de un 3% de acuerdo a la encuesta CEP. A quienes comparten la idea de un sistema semipresidencial o parlamentario, incluyéndome en la segunda opción, vemos esta la oportunidad de cambiar una tradición que se ha extendido por ya más de doscientos años. Sin embargo, en las tres constituciones de más larga duración no se ha contemplado en ningún momento dicha posibilidad, al contrario, han exacerbado los poderes del Presidente de la República. Únicamente la práctica política y una Guerra Civil lograron generar el Régimen Parlamentario de finales del siglo XIX y comienzos del XX, pero que terminó sus días en el más completo desprestigio, pasando a la Constitución de 1925 que “corrigió” los errores del período anterior. Para que hablar de la jaula de hierro de la Constitución de 1980, que aunque reformada, su espíritu autoritario es posible de palpar hasta el día de hoy. 
  A pesar de todo lo anterior, en nuestro país es constante la identificación de una autoridad con altas atribuciones con una especie de eficiencia de gestión. A problemas urgentes, medidas urgentes sin mediar la burocracia que generaría la discusión parlamentaria, o de los partidos que lo componen. No nos olvidemos que Ricardo Lagos abandonó su presidencia con altos niveles de aprobación. Ese estilo de autoridad es la que llama al parecer a la ciudadanía en momentos clave de la gestión política de los gobiernos de turno. Es más, cabe recordar que una de las críticas a la actual administración fue, y es, precisamente su inacción en temas sociales, destinando todas sus atribuciones y esfuerzos a materias de orden público. No nos engañemos, la dualidad gestión y líder nos acompañan desde las funciones laborales más simples hasta la función política de más alto nivel. Recién estamos decidiendo sobre la posibilidad de darnos una nueva Constitución Política, posteriormente conoceremos su contenido, pero personalmente creo que se hace difícil la posibilidad de llegar a un sistema político semipresidencial o parlamentario. Espero equivocarme, y todavía nada está escrito, veremos los acontecimientos y la forma en que los ciudadanos deciden.

22 de octubre de 2020

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